Bayard Demaria Boiteux (1916 - 2004)

NA ESCOLA, TAL COMO NO MUNDO, TODOS SOMOS PROFESSORES E TODOS SOMOS ALUNOS.
(Faculdade Economia Porto)

sábado, agosto 18, 2007

A los 71 años de la Matanza de Badajoz

Más de 8.000 personas fueron fusiladas
La matanza de “rojos” en la Plaza de Toros de Badajoz entre el 14 y el 15 de agosto de 1936, está en la historia como una auténtica pesadilla: miles de republicanos, comunistas, anarquistas, socia1istas y demócratas, mujeres, hombres y niños, eran 'lidiados' como reses y rematados con el fuego de las ametralladoras emplazadas en el tendido; regulares y falangistas ávidos de sangre dieron satisfacción a su barbarie, mientras para el macabro festín invitaban a señoras falangistas y a los terratenientes de siempre.
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Mario Neves escribía, en el Diario de Lisboa que “Acabo de ser testigo de auténticas escenas de desolación y horror, de las que no me olvidaré mientras viva; cerca de los establos aún pueden verse muchos cuerpos yaciendo, como resultado de la implacable justicia militar; en las avenidas principales, una no muy larga mirada, muestra otra larga hilera de cadáveres insepultos allí tirados; los legionarios extranjeros y la tropa mora, encargados de las ejecuciones, quieren los cuerpos en las calles para que sirva de ejemplo, consiguiendo los efectos deseados” Jacques Maritain, filósofo cristiano, protestó contra “los crímenes de muchísimos hombres, mujeres y niños”; mientras James Cleugh, simpatizante fascista rebelde, escribió que “sólo en la Plaza de Toros hubo más de 3.000 ejecuciones”. Pero la confirmación de los horrorosos sucesos la daba el propio teniente coronel Juan Yagüe Blanco (murió en 1952), en una entrevista para New York Herald Tribune, realizada por John Whitaker: “naturalmente que hemos matado en Badajoz ¿Qué suponía usted, que iba a llevar a esos 6.000 prisioneros rojos en mis columnas teniendo que avanzar contra reloj sobre Toledo, o que los iba a dejar en la retaguardia para que Badajoz fuera rojo otra vez?”
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Aunque las matanzas en Extremadura se repitieron en cada pueblo y cada aldea. Alfonso González Bermejo dice que la gente no quiere hablar por el pánico que tienen todavía en el cuerpo, 70 años después. Aquella fue la mayor salvajada del mundo. En Extremadura murieron más de 50.000 personas. Legionarios y moros violaban a mujeres y niñas, castraban a hombres y, sin escrúpulo, se ponían los testículos en la boca como trofeos. La sangre corría por las calles como el agua.
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Cuando los moros y legionarios de Tella logran entrar, cortaron el cuello a la mayoría de los que estaban dentro de los ruinas. Muchos fueron colgados y permanecieron varios días expuestos al sol. A las niñas las violaban antes de matarlas metiéndolas las bayonetas por la vagina, abriéndolas en canal. Uno de los más notables asesinos fue el falangista José Luna Meléndez, que lue¬go llegaría a las cimas de la Secretaría General del Movimiento”. Llerena fue uno de los pueblos que más resistencia ofreció. Sus fosas comunes están aún repletas de muertos. También están repletos de fosas comunes otros muchos pueblos, como Don Benito, Villanueva de la Serena, Herrera del Duque, Guareña o Jerez de los Caballeros. En Guareña fueron quemados los cuerpos, después de ser asesinados. El cura de Zafra, Juan Galán Bermejo, se encargó de marcar a quienes debían matar. A preguntas de Marcel Dany, de la Agencia Hava, el cura de Zafia respondía que “todavía no hemos tenido tiempo de legislar cómo y de qué manera será exterminado el marxismo en España; por eso, todos los procedimientos de exterminio de estas ratas son buenos. Y Dios, en su inmenso poder y sabiduría, los aplaudirá”. El cura Juan Galán Bermejo, siempre portaba una pistola de dotación sobre la sotana, y fue el ejecutor directo de unos 750 asesinatos. los más rigurosos cálculos demuestran que más de 8.000 personas fueron fusiladas, de los que la cuarta parte sería asesinada en la Plaza de Toros. En las paredes de la catedral eran eliminados para “no dejar atrás focos de rojos. Así se distinguirían sanguinariamente varios falangistas, destacando Arcadio Carrasco, que fue nombrado en los 40 Marqués de la Paz, ironías de la vida, y presidente del Sindicato Vertical; Jorge Pinto, terrateniente de Olivenza, era especialmente sádico con las mujeres, haciéndolas bailar antes de matarlas, abriéndolas en canal y arrancándoles las tripas. Reconocidos matones y pistoleros eran Leopoldo Ríos Lagrimal, Avelino Villalobos, Antonio Ardillas o el “Colorado” de Basajo. Agustín Carandell asesinó a 34 presos, atados entre sí, en la puerta del ayuntamiento, ante todo el mundo, después de una opuesta con el sargento moro Ahmed Mohamed Muley. Guillermo Jorge, otro sádico falangista, organizaba fiestas en plan verbena con los detenidos, para terminar degollándolos con un rito brutal. Eduardo Esquer fue procurador en Cortes en las legislaturas franquistas; y así una larguísima lista reconocible de indivíduos.

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